Compañeros y Compañeras:
Mis responsabilidades en la Región de Los Lagos me imposibilitan
asistir al Pleno del Comité Central, pero dado su relevancia, me
permito aportar a sus deliberaciones con las siguientes opiniones:
Desde hace varios años, la desvalorización de la reimplantación de la
democracia, fundada en un discurso ideológico exógeno a la
Concertación basado en la reiterada idea que la labor histórica de
reimplantar la democracia sería “la administración del modelo” ha
generado desde nosotros mismos, la Concertación y el P.S., un discurso
político equívoco, autodestructivo, de un muy perjudicial impacto para
la consolidación de la mayoría ciudadana que nos permitió gobernar y
transformar Chile en veinte años de reconstrucción democrática.
Resultado de ese proceso surgió un fruto amargo de subvalorar e
incluso despreciar cada paso avanzado y minimizar las conquistas
alcanzadas. Por ese camino hemos perdido la mayoría y ahora estamos en
la oposición y, paradojalmente actores intensos de esa labor de
desgaste son los que más se quejan por la pérdida de influencias y
granjerías… pareciese que pensaban que el socialismo debía estar
permanentemente en la administración del poder y muchos se encuentran
desconcertados o apesadumbrados. No era ni es así. Somos socialistas.
Nacimos para representar el interés popular en el marco de un proyecto
político de nación, estando en el gobierno o fuera del mismo. Ahora lo
debemos hacer desde la oposición. Con firmeza, coherencia y sin
enceguecimiento.
Un factor sobremanera perjudicial de este proceso fue la doble
conducta, querer ser gobierno y oposición a la vez, intentar actuar
con una doble personalidad, con dos rostros, darle duro a nuestros
gobiernos por todo aquello que no parecía popular o atractivo y luego
ponerse “pa` la foto” en todos sus logros y avances. Entonces, a la
hora del balance, cuando había que defender y argumentar por el
conjunto de lo realizado, que incluye lo bueno y lo malo, sólo algunos
estuvimos dispuestos a hacerlo. Flaqueó la solidaridad con la tarea
común y flaqueó la lealtad ante las dificultades. Aquel sistema
equívoco, de doble conducta, no podía llevar sino a la pérdida de
cohesión y debilitamiento de las confianzas mutuas, a las luchas
internas y a la configuración de los llamados “díscolos” como grupo
operativo que traspasó y debilitó las fronteras institucionales de
cada Partido, de la coalición y generó fatalmente la escisión en
nuestras filas. Quienes, insatisfechos con la Concertación, esperaban
el colapso de los bloques políticos mayoritarios para “empezar de
cero” se encontraron a muy poco andar con un resultado que fatalmente
se iba a producir por estas disputas, el triunfo de la derecha, con un
liderazgo que encarna en si mismo todo aquello que decían deplorar: el
libremercadismo rampante y el abuso del populismo para manipulación
mediática.
O sea, vivimos tensiones desde años. Los problemas no son recientes se
han arrastrado aproximadamente desde el término de la administración
Aylwin en adelante. Las responsabilidades son múltiples y nadie con
liderazgo en la Concertación es ajeno a las mismas, por eso no
corresponde un ajuste de cuentas o la búsqueda de chivos expiatorios.
No nos desangremos en un ejercicio estéril. Hay que sobreponerse y
superar el clima negativo en un esfuerzo programático que mire al
futuro.
En lo personal nunca propicié sanciones disciplinarias. Quienes de eso
me acusan no son veraces. Solicité lealtad y unidad. La solución no
era administrativa, era hacer todo lo posible para que predominara la
unidad sobre la división, las fuerzas centrípetas sobre las fuerzas
centrífugas.
Así ocurrió, la Concertación prevaleció y concluimos con un gran
gobierno una etapa de veinte años fructíferos; pero no revalidamos
nuestra mayoría electoral. Guiados por nuestra condición de
socialistas, logramos levantar una democracia que se había destruido
completamente, recuperamos un sentido e identidad nacional que respeta
la dignidad y los derechos de todos y todas e instalamos un sistema de
protección social que abarca a millones de personas; Pero no hicimos
nuestros como debíamos los avances del país.
Mirando en perspectiva, se ha producido en las filas de la
Concertación y del Partido una fuerte pérdida o al menos un serio
debilitamiento del sentido colectivo que debe presidir y orientar
nuestro proyecto político y la conducta con que lo llevamos adelante.
Hay distintas razones, pero parte de ello tiene que ver con la
inducción desde el cerco informativo de la derecha de una especie de
“premio-castigo”, el que tiene conductas disolventes es premiado con
generosos espacios, al que trata de ayudar empujando la tarea de
cohesionar y sumar lo ignoran por completo. Luchar contra este sistema
se ha tornado muy difícil y es una de las mayores dificultades que
enfrentamos a corto, mediano y largo plazo para la reinstalación de un
proyecto político-programático que reagrupe una mayoría democrática y
nacional que derrote a la derecha.
Es una exigencia central para todos dejar de actuar como mejor parezca
a cada cual o de acuerdo al exclusivo cálculo individual para con una
renovada mentalidad reinstalar y potenciar el objetivo compartido.
Pero también hay un problema conceptual, desde un tiempo a esta parte
se ha venido asumiendo muy equivocadamente la idea que la diversidad
es propender al desorden y que el pluralismo es la incoherencia y la
anarquía política. Pensando de esa manera, se justifican o excusan
todo tipos de prácticas, algunas que sorprenden y dejan perplejo. Por
ejemplo, la cantidad de relevantes personas de la campaña de MEO que
ahora dictan cátedra de lo que debió ser la campaña de ¡FREI! Es
increíble el doble estándar en esta materia, jefes territoriales,
temáticos, o programáticos del “meismo” que exigen cuentas de la
Concertación después que hicieron todo lo posible por echarla abajo.
Tampoco parece justo ni sano que quienes apoyaron candidaturas de
otros Partidos de la Concertación, en grave perjuicio de candidaturas
socialistas, dicten cátedra de lo que debe o no debe ser la
institucionalidad partidaria. El tema de la lealtad socialista, es un
tema inesquivable del próximo Congreso Partidario.
Es positivo que muchas personas se reincorporen al tronco partidario,
aquel que permaneció vivo apoyando nuestro gobierno y garantizando la
continuidad de la Concertación y del socialismo chileno a pesar de
todas las dificultades. A los que simpatizan con Meo y que están en el
P.S., no se les pide arrepentimiento alguno, pero si comprender que un
clima constante de guerrilla interna, para descalificar lo que hemos
sido y lo que hemos realizado, de críticas destempladas, de amenazas
de diferente tipo no es precisamente la manera de reconfigurar un
proyecto político victorioso.
Incluso más. No se trata de imponer autocríticas públicas que carezcan
de sinceridad; pero si un mínimo de respeto, de prudencia, de
compromiso con los objetivos comunes. Eso significa respetar la
Concertación como la base de nuestra política de alianzas.
Naturalmente para ganar el 2013 no podrá ser la misma, pero sin ella y
su proyección futura no hay triunfo posible. Desde sus cimientos
deberá surgir la alternativa triunfante.
Ahora la tarea es hacer frente al gobierno de la derecha. Estamos en
democracia, no bajo la dictadura y por tanto, la naturaleza de nuestro
esfuerzo es impulsar una oposición democrática, que se propone no el
derrumbe del gobierno sino nuestra propia victoria electoral en
diciembre del 2013. Si no lo comprendemos y asumimos de esa manera,
vamos a errar lastimosamente.
El gobierno no desea oposición. Su aparato publicitario actúa para
ahogar y suprimir la crítica política, sin la cual la democracia deja
de ser democracia. Más aún, desde La Moneda han llegado a acusarnos de
boicotear su acción para deslegitimar nuestra condición de oposición.
Se equivocan, la democracia la recuperamos nosotros y somos los más
interesados en su profundización y robustecimiento.
Las condiciones permiten un proyecto que rescate nuestra tarea y le
inocule una nueva mística y proyección. Este gobierno
ultrapersonalizado que vive para los anuncios; que esta siendo
superado en su principal promesa comunicacional: la derrota de la
delincuencia; que falla claramente en el drama de la reconstrucción;
que no resuelve la crisis de la agricultura; que reduce la inversión
pública en regiones y acrecienta un centralismo asfixiante; en fin, un
gobierno que es como bolsillo de payaso, donde se cobijan desde
ultramontanos, conservadores e integristas hasta libremercadistas sin
domicilio ético ni moral es un gobierno al que debemos ser capaces de
derrotar, electoralmente y democráticamente. También hay pragmáticos y
personas bien intencionadas, pero en su contenido fundamental es un
gobierno de derecha que representa muy auténticamente la tecnocracia
soberbia que se configuró, enriqueció y desarrolló bajo la dictadura
militar.
Compañeros y Compañeras:
Asumiendo mi parte en lo concerniente a la derrota electoral, dejé la
presidencia del Partido hace un año, no abandoné mis responsabilidades
cuando aún se luchaba en todo el país por un resultado distinto, no me
hice parte de la confusión que muchos promovían ni menos me rendí
frente a la enorme presión del piñerismo y del meismo que me
bombardeaban sin miramientos, seguramente advirtiendo que nuestro
Partido Socialista, por imperio de las circunstancias, pasó a ser un
baluarte de la resistencia frente al plan de la derecha que quería el
derrumbe de la Concertación para gobernar sin oposición. Me retiré en
el momento en que me debía retirar. Pero no claudiqué ni entregué la
bandera. No fue fácil ya que había un clima, muy bien alimentado desde
la derecha, para que primara el canibalismo político y la soberanía
partidaria se derrumbara. No olvidemos que se fraguaban componendas
ofreciendo “nuevos rostros” violando por completo los derechos de la
militancia, de decidir con su voto quien conduce nuestro Partido. Todo
aquel ajetreo cupular se desvaneció como pompas de jabón. Término la
elección presidencial y la alternativa “díscola” enmudeció. Piñera era
el nuevo Presidente. La manipulación de sus ímpetus discursivos había
concluido.
Una vez más lo que quedó fue nuestro Partido Socialista cuya voluntad
ha persistido.
Pero debe aspirar a más. No sólo a denunciar la ola privatizadora o el
inocultable vinculo entre política y negocios que marca a este
gobierno, sino que a encabezar la oposición a Piñera y ser un actor
esencial en la vertebración de la mayoría democrática que concurse en
las próximas elecciones presidenciales. Una nueva alternativa que
emerge de la voluntad popular de no someterse a la derecha. Lo otro,
el cabildeo interno, el ocio intelectual volcado hacía la
descalificación de la tarea realizada para reponer la democracia en
Chile puede ser un buen pasatiempo de algunos, pero no es la tarea de
los socialistas.
Ante un gobierno derechista que habla mucho pero ejecuta poco, que
anuncia en grande pero hace lo mínimo y que incentiva las
rentabilidades privadas a costa de los recursos fiscales, defendamos
el interés popular y levantemos un gran Partido Socialista, que rehace
desde la Concertación una amplísima mayoría ciudadana para gobernar
Chile.
Camilo Escalona Medina
Senador de la República
Ex – Presidente del Partido Socialista
Puerto Montt, 08 de enero de 2011
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